Piratas y Corsarios.

A veces extraño aquella rutina extraña que tenía por las tardes en el pueblo, coger el bus y bajar a comer a casa de mi tía. 

Esas comidas eran cojonudas. La charla de después también lo era con mi tío. Siempre ha sido mi favorito. Fue el quien me enseñó la música de la España de los 70, 80 y 90.

Como no quererle.

Después de la sobremesa marchaba al mejor bar del universo. No era el sitio ya te lo digo, era la compañia, el ambiente. Era ese sitio al que volverías siempre y en cada vez que retornases encontrarías una cara familiar. Un sitio para sentirse en casa.

Eran otros tiempos. Otras locuras. Otra la distancia y los recuerdos. 

Siempre hubo un lugar en el norte donde alguien podría sentirse en casa aunque estuviese fuera de lugar como el que más. Supongo que el tiempo es caprichoso. Olvidas lo malo pero recuerdas las cosas buenas con esa pizca de brillo extra que solo la memoria puede realizar.

Los tiempos son curiosos. Pero me gusta pensar que ese sitio sigue existiendo. Porque después de todo no pueden quitarte los recuerdos. 

Y mientras uno recuerda, vive.

Y vivir es lo más bonito del mundo .

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