Un cordial saludo
Queridoa espía indiscreta, Sabemos que estás ahí. No porque te veamos, claro está, sino porque el sutil arte del espionaje, cuando es ejecutado con torpeza, deja un aroma inconfundible a sospecha y café recalentado. Tú, que te deslizas entre las sombras con la destreza de un elefante en una tienda de cristales, que finges indiferencia mientras tomas notas mentales con la precisión de un burócrata entusiasta, que revisas las huellas digitales en las cucharillas del café sin darte cuenta de que acabas de meter la mano en la mermelada... Te saludamos. Porque aunque creas que nadie se percata de tu presencia, tu rastro es más evidente que el de un hipopótamo con botas de tacón. Siempre está esa pequeña pista delatora: un reflejo de gafas oscuras donde no debería haberlas, un periódico con dos agujeros sospechosos en plena era digital, o esa leve tos disimulada tras la maceta que, casualmente, lleva allí semanas sin regarse. Por no decir de ese ramo de Violetas siempre tan bien cuidado tras...