Una reseña sobre ICONS: ROBERT CAPA - ICONS la exposición
provechando la llegada al cuarto piso, el Dinosaurio con el que vivo me regaló un fin de semana en la capital del reino (Madrid). La excusa era sencilla: ICONS, una exposición sobre uno de mis fotógrafos de guerra favoritos: Robert Capa.
Es difícil decepcionarse cuando Capa está en escena. Sus fotos son icónicas, cercanas, transmiten historias mil veces reproducidas en televisión y cine, pero encontrarse de frente con ellas es transformador. Es la historia ante tus ojos, y esa historia es única, como él.
Una persona que vivió una guerra mundial, que saltó al frente, que desembarcó en Normandía, que huyó del fascismo… podrían decirse tantas cosas. Y, sin embargo, creo que esta exposición no está a la altura.
No está a la altura por cosas simples: errores tan básicos que ni siquiera era difícil evitarlos. Desde contradicciones entre el contenido de la exposición y los membretes de las fotos, hasta una iluminación que en algunos momentos no está a la altura. Y no es una impresión solo mía: la mayor parte del tiempo la gente tiene que acercarse tanto a las fotos que parece más la luz de un cuarto oscuro de revelado que la de una exposición.
Falla como la defensa de un equipo que depende —ciegamente— de sus estrellas. En eso Robert no falla. Y aunque la secuencia histórica de las fotografías se tropiece por momentos o dependa en exceso de un QR para contarnos su contexto, Robert no falla.
Donde sí creo que aciertan es en equilibrar esa balanza mediática que insiste, de mil maneras, en que algunas fotos icónicas de Capa fueron en realidad obra de su pareja. Recuerdo mi cabreo días antes de viajar a Madrid al encontrar cuentas de “influencers” que intentaban convencerte de que “Capa nunca existió”, alimentando —a mi parecer— una cantinela ya rancia que pretende que el mérito de la mayoría de sus obras corresponde a ella.
Pero aquí la exposición lo borda. Con hechos, como debería ser siempre. Sin mojarse en esa corriente feminista peligrosa que tiende a exagerar y a reescribir lo ya probado, cuando nadie ha intentado jamás esconderlo.
Pasa algo parecido con las fotografías del desembarco. Quizá mi primer contacto con el miedo de ese terrible fantasma llamado guerra. La historia sorprende a cualquiera que la escuche, pero produce un efecto curioso: no importa si fueron 106 fotos o solo 11. Él estuvo allí, en la boca del infierno, y vivió para mostrarnos lo terrible de aquellos momentos. El resto es más fácil juzgarlo con el tiempo, como casi siempre sucede. Por eso el contexto es importante: los hechos y la naturaleza humana influyen. Y Capa no era un dios; fue humano como nosotros, aunque con una diferencia: sabía que si la historia que estás contando no es tan buena como crees, quizá es porque no estás lo suficientemente cerca.
Por eso creo que la exposición merece la pena.
A pesar de los errores, Robert es una apuesta segura: un viaje a un momento de la historia en el que la fotografía no era algo mundano como lo es ahora.
Son tiempos difíciles. De algún modo siempre lo han sido. Pero la historia, hay que vivirla.
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